La inyección de desechos generados por el fracking o fractura hidráulica empleada para extraer hidrocarburos no convencionales, la explotación convencional de petróleo y gas y la minería inciden en la sismicidad natural de México, considerado un país altamente sísmico por asentarse en cinco placas tectónicas.
Estas industrias acaparan gran parte del territorio mexicano: la minería tiene concesionadas 22.1 millones de hectáreas, según el Quinto informe de gobierno de Enrique Peña, mientras que para la explotación de hidrocarburos se tienen identificados 278 bloques en áreas terrestres, que abarcan más de 70 mil kilómetros cuadrados, de los cuales 42 mil 965 kilómetros son de recursos no convencionales (en los que se emplea el fracking), refieren datos de la Secretaría de Energía y Petróleos Mexicanos (Pemex).
Estrictamente hablando, estas actividades sí inciden en la sismicidad del país, explica a Contralínea el científico Víctor Manuel Cruz Atienza, jefe del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El investigador señala que el impacto es en la sismicidad local, específicamente donde se realizan esas actividades.