En la ciudad de Juchitán, Oaxaca, se estaba llevando a cabo el mes pasado una limpieza en torno a un generador propiedad de Electricité de France. Los trabajadores, que llevaban gafas de seguridad y máscaras, estaban limpiando un lubricante de color cobre que goteaba de la turbina.
Habían envuelto tela alrededor de su base, para absorber más fugas, y rellenaron bolsas de basura plásticas con la tierra y las piedras contaminadas.
Flor, dueña de la tierra donde se encuentra la turbina y que la alquila a EDF, dijo que llegó a la escena tras ser alertada por un vecino. «Era una pestilencia, olía como una especie de aceite quemado o amoníaco», dijo, pidiendo no ser identificada por su apellido por temor a represalias. «Los árboles brillaban de petróleo».
Se ha informado sobre problemas similares a lo largo del istmo de Tehuantepec, uno de los lugares más ventosos del hemisferio occidental.
Si bien las fugas tienen un alcance limitado y probablemente no representen un riesgo inmediato para la salud, parecen malas, y eso es otro dolor de cabeza para los reformadores de energía de México, que buscan aprovechar más las fuentes renovables, en tanto los monopolios estatales se abren al capital privado.
El plan ha tenido éxito en atraer la inversión global, y la energía eólica está consiguiendo su parte, con más de 6 mil 900 millones ya comprometidos. Pero también está provocando todo tipo de oposición local, lo que pronto podría repercutir contra el presidente Enrique Peña Nieto en las urnas.
- : Medios
- : 12/05/2017
- : Istmo de Tehuantepec
- : Juchitán de Zaragoza
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