En un reportaje sobre el Istmo de Tehuántepec, el periódico The New York Times describe la pobreza en La Ventosa: Por la noche, Juan Piñeda López escucha el zumbido de una turbina de viento que gira a 275 metros de su casa de adobe. A veces le llega el olor a lubricante que se derrama por el mástil del aerogenerador. Más allá de esos detalles, dijo Piñeda, el bosque de turbinas que en años recientes ha surgido en los llanos de esta parte del estado sureño de Oaxaca no afecta su vida cotidiana. He ahí el problema. Ocho años después de que México se comprometió a luchar contra el cambio climático quienes viven en comunidades indígenas pobres están divididos en cuanto a los beneficios de la revolución ecológica. El caso enfatiza la necesidad de equilibrar los deseos de energía limpia con las preocupaciones de quienes son dueños de los terrenos que la producen, dijo Beatriz Olivera, una ingeniera que durante varios años dirigió la campaña de cambio climático de Greenpeace México. Agregó: “Queremos energía eólica pero no a cualquier precio”. Carlos Tornel, un consultor de energía en Ciudad de México, dijo que la resistencia a los proyectos eólicos podría extenderse a otras regiones.